La importancia del perdón en el crecimiento personal: historias que sanan desde dentro

 

Perdonar no es olvidar. Tampoco es justificar lo que nos dolió.

Perdonar es, muchas veces, mirar hacia atrás y decidir que ya no vas a cargar con eso.

En el episodio con Abril Barrales, hablamos sin máscaras sobre lo que cuesta perdonar cuando una herida está abierta. Y también sobre la libertad que viene después. Esa que no se nota en redes sociales, pero que se siente en el cuerpo, en la respiración, en la forma de mirar el futuro.

Este artículo es una carta abierta para ti, que estás en proceso de soltar algo que pesa. Porque el perdón, aunque no siempre se entienda, es una forma de amor propio. Y sí: también es una forma de resistencia.

Lo que no perdonas, te acompaña

El enojo, el resentimiento, la traición… no desaparecen solos. Se quedan ahí, filtrando decisiones, relaciones y palabras. A veces, sin darnos cuenta, seguimos reaccionando desde heridas que nunca se cerraron.

Abril lo explicó con total claridad:

“Estaba cansada de repetir patrones que no eran míos. Lo que no perdonaba me estaba dirigiendo.”

Y esa frase se me quedó grabada. Porque muchas veces no soltamos por miedo a invalidar lo que sentimos. Pero soltar no borra la historia. Solo te permite avanzar sin arrastrarla.

Perdonar no es debilidad, es sabiduría emocional

Nos han enseñado que perdonar es “ser buena” o “dejar pasar”. Y eso no es real.

Perdonar es reconocer lo que te hicieron, lo que sentiste, y luego tomar el control de tu narrativa. Es decir: “Esto me pasó, me dolió, me marcó… pero ya no define quién soy.”

No es un acto de magia. Es un proceso. A veces lento, a veces incómodo, pero siempre poderoso. Porque mientras te quedas atrapada en el rencor, estás conectada al dolor. El perdón rompe ese vínculo.

También hay que perdonarse a una misma

Este punto fue uno de los más fuertes de la conversación con Abril. Porque muchas veces, lo más difícil no es perdonar a otros, sino a nosotras mismas. Por no haber visto antes, por haber permitido, por haber callado.

Y ahí es donde empieza la sanación real: cuando dejamos de culpar a la mujer que fuimos y empezamos a abrazarla con compasión.

“No sabía hacerlo diferente”, dijo Abril. “Y ahora ya no soy esa.”

¿Cómo se empieza a perdonar?

Aquí no hay fórmulas. Pero sí hay caminos. Y estas acciones pueden ayudarte a comenzar el tuyo:

  • Escribe lo que te duele, aunque nadie lo lea

  • Date permiso de sentirlo todo, sin apurarte a sanar

  • Acepta que el perdón es por ti, no por la otra persona

  • Habla con alguien que te escuche sin juzgar

  • Elige liberar, no olvidar

El perdón abre espacio para lo nuevo

Cuando decides perdonar, aunque sea solo un poco, algo en ti se aligera. No porque todo esté resuelto, sino porque dejaste de resistirte a sanar.

Y eso, en sí mismo, es un logro.

Si hoy estás atravesando una historia que todavía duele, quiero que sepas algo: no tienes que llegar al perdón perfecta, ni lista. Solo tienes que estar dispuesta.

Y créeme: el día que digas “esto ya no me domina”, vas a respirar diferente.

Este artículo forma parte del contenido de abril en Ser Mujer y Vivir Para Contarlo. Guárdalo, compártelo o regálaselo a esa mujer que ya merece soltar lo que pesa.

 
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